Tradicionalmente la inflación ha sido el mecanismo para asegurar la rentabilidad de los grandes grupos económicos en condiciones de baja inversión o fuga de capital.
No hay que olvidarse que sólo ellos tienen la capacidad para disponer asegurarse beneficios mediante las remarcaciones.
Pero hay otros factores. Bajo el modelo actual tuvimos un período de expansión sin inflación (2003-2008) hasta que se llegó a pleno empleo de la capacidad instalada y ahí comenzó el ascenso de precios.
En mi opinión entre 2008 y 2011 la inflación obedeció principalmente a fuertes restricciones de la oferta, que a su vez derivaron del reducido nivel de inversión. También se han sumado en los últimos años otros factores como la renta comercial de los grandes grupos comercializadores que manejan en forma oligopólica gran parte del proceso de venta al público.
Por otra parte ha irrumpido nuevamente la maldición de exportar alimentos, puesto que la ascendente cotización internacional de estos productos le pone al piso al precio interno. Otro factor es la creciente emisión monetaria. El ritmo de creación de dinero se ha multiplicado y la cantidad de pesos en circulación puede motorizar, como en el pasado, una inercia ascendente de los precios.
Pero lo más controvertido es como reducir la inflación. Habría que actuar de inmediato sobre la cadena de comercialización y apostar a medidas de control directas de los precios, auditando toda la estructura de costos de los producto; aplicar el monopolio estatal del comercio exterior para asegurar la desvinculación de los precios locales de las cotizaciones internacionales; y establecer un efectivo control de cambios para contrarrestar la fuga de capitales.