La agresión sionista acentúa la unificación de los conflictos con el patrón referencial de la Segunda Guerra Mundial. Perfila un enemigo principal, que es ignorado por la mirada neutralista, cuando omite que Estados Unidos contrapesa con más belicismo su declive económico. Extrema la gravitación del neofascismo y comete serios desaciertos en la caracterización de Afganistán, Libia y Siria. No registra la diferencia entre Occidente y los BRICS e ignora los criterios antiimperialistas. También minusvalora la batalla iraní contra el sionismo y equivoca la evaluación de las corrientes de resistencia. Leer texto completo [PDF]