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Descifrar a China I ¿Desacople o ruta de la seda?

El control de la pandemia en China no anula el impacto generado por una infección, estrechamente conectada a la globalización capitalista. Ese efecto obliga a replantear la estrategia económica de la nueva potencia. La asociación con Estados Unidos fue quebrantada por la crisis del 2008 y el desacople no dio los resultados esperados.
La Ruta de la Seda supone un retorno al mercado mundial para atemperar la sobreproducción, pero reaviva la disputa con Washington. La confrontación comercial ya se trasladó a la moneda y se dirime en la tecnología. Nadie sabe quién ganará esa batalla, pero las divergencias políticas y las tensiones sociales internas serán definitorias de ese resultado.
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América Latina en el capitalismo contemporáneo. II-Geopolítica, dominación y resistencias.

Estados Unidos comandó el debut de la globalización, pero quedó muy afectado por sus resultados e intenta recuperar primacía con Trump. Esa restauración exige doblegar a China y reconquistar el dominio pleno de América Latina. El ascenso chino obedece a procesos objetivos, modelos antiliberales y cimientos no capitalistas. Podría ser un socio de la región contra el opresor del Norte.
La gravitación geopolítica de la coerción rehabilita la teoría del imperialismo. Pero sólo la versión contemporánea percibe la disonancia que opone a la mundialización económica con los estados y las clases dominantes nacionales. Esa mirada también registra el nuevo papel de las formaciones intermedias.
La etapa actual se asienta en el neoliberalismo, pero incluye variantes distanciadas de ese modelo. La experiencia latinoamericana clarifica esa complejidad. La nueva derecha canaliza parcialmente el descontento, pero en América Latina emerge como reacción al ciclo progresista. Las rebeliones en la región contrastaron con repliegue popular a escala mundial, pero en la coyuntura resurge una convergencia de protestas con sujetos y demandas semejantes.
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América Latina en el capitalismo contemporáneo. I-Economía y crisis

El desarrollo desigual y combinado brinda una explicación más consistente de la etapa actual que la teoría de las ondas largas. Por eso interpreta mejor la adversidad de América Latina. La globalización productiva y el despunte asiático han determinado la regresión industrial y la marginalidad de la región en la revolución digital. El endeudamiento externo es la principal manifestación de financiarización, en una zona afectada por el extractivismo y el drenaje de la renta.
Las crisis combinan modalidades financieras específicas y retracciones peculiares del poder adquisitivo. Pero derivan de la misma sobreproducción global itinerante que socava a todo el sistema. Esa mixtura corrobora el acierto de las interpretaciones multicausales. La tendencia decreciente de la tasa de ganancia no tiene una dinámica propia en la región.
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Un premio a la teoría de la dependencia

Muchas gracias a todos los amigos y compañeros que crearon y sostienen el Premio Libertador, con tanta tenacidad y esfuerzo. Gracias por su trabajo, por su convicción y por su tesón, Este premio sólo existe por esa voluntad y esa decisión. Y felicitaciones a los organizadores por valorar el pensamiento emancipador y las concepciones críticas. Por jerarquizar las investigaciones que clarifican las raíces de la injusticia y por ponderar los estudios que esclarecen cómo opera el neoliberalismo, el imperialismo y el capitalismo

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Actualización o veneración de la teoría de la dependencia

Nuestra reformulación de la teoría de la dependencia ha sido malinterpretada por dos críticos. Desconocen que las transferencias de valor son más esclarecedoras del origen del subdesarrollo que la superxplotación. Ignoran también que esa dinámica explica la expansión contemporánea de China y el distanciamiento de Corea del Sur de Brasil o Argentina. No registran cómo el valor diferencial de la fuerza de trabajo permite comprender la localización de las inversiones transnacionales.
Además, postulan caracterizaciones contradictorias de la superexplotación, al afirmar que es peculiar de la periferia, que se ha extendido al centro y que se remonta al siglo XIX. Más problemática aún, es la rudimentaria identificación del concepto con el padecimiento laboral.
El dependentismo se empobrece desconociendo la problemática de la renta, omitiendo a los antecesores de su teoría e impugnando las convergencias con otros pensadores. La despolitización impide evaluar el sentido del debate.

Dependencia y Teoría del Valor

Marini atribuyó el intercambio desigual a los desniveles de desarrollo. Sin definir el alcance de la mundialización destacó su primacía tendencial y percibió en las maquilas un anticipo de la globalización productiva. El trabajo potenciado no desmiente las transferencias internacionales de plusvalía. Sólo el reconocimiento de esos desplazamientos permite registrar las fracturas económicas mundiales y la naturaleza dual del valor.
Los enfoques dependentistas se enriquecen reconociendo la variabilidad de precios de las materias primas y las peculiaridades de la renta. Las divisas que aportan las exportaciones agrarias y petroleras son drenadas por las remesas de utilidades y los pagos de intereses e importaciones.
La dependencia impide el aprovechamiento productivo de la renta. Las teorías que explican ambos procesos convergen en la interpretación del subdesarrollo. Es incorrecto contraponerlas. También la renta imperialista contribuye a clarificar la apropiación de los recursos de la periferia. Es indispensable actualizar la teoría de la dependencia.

El ciclo dependiente cuarenta años después

La teoría de la dependencia afronta otro escenario en América Latina. Los ciclos y crisis impactan sobre una industria debilitada y un consumo fragmentado. La primacía de la exportación agro-minera potencia los desequilibrios en todos los modelos.
La explotación de la fuerza de trabajo ha sido más determinante que la apertura comercial en el contraste con Corea del Sur. La relación con China recrea subordinaciones y no existe el manejo estatal de la renta que se observa en otros países.
La acción geopolítica tiene efectos contradictorios sobre el desarrollo. Clases dominantes, burocracias y gobiernos actúan bajo severos condicionamientos. Una reconsideración general indica cómo renovar y ampliar el dependentismo marxista.

Controversias sobre la superexplotación.

La superexplotación se ha extendido a los desposeídos del planeta, pero no abarca a toda la clase obrera de ningún país. Tampoco define distinciones entre el centro y la periferia, ni es análoga a las restricciones del consumo. No tiene vínculos específicos con la plusvalía absoluta.
Muchos autores explican las causas del subdesarrollo sin recurrir a un concepto, que ha perdido las implicancias políticas del pasado. Soslayar la reformulación de la superexplotación impide actualizar la teoría marxista de la dependencia. Su erróneo abordaje presenta analogías con ciertas interpretaciones del imperialismo.

Semejanzas y diferencias con la época de Marini

El principal teórico de la dependencia anticipó tendencias de la mundialización neoliberal. Analizó la globalización productiva, la centralidad de la explotación y la gravitación de las transferencias de plusvalía. Pero la crisis del empleo supera lo avizorado por Marini, en un escenario trastocado por la mutación de Estados Unidos, el desplome de la URSS y el ascenso de China.
Las nuevas brechas nacionales y sociales emergen en una economía internacionalizada, sin correlato en los estados y clases dominantes. Esta ausencia de transnacionalización total recrea la dependencia. Las semiperiferias presentan una dimensión económica diferenciada del status geopolítico del subimperialismo. El “Sur Global” no reencarna la vieja periferia, ni incluye a China. Hay sólidos pilares para renovar el dependentismo.

Socialismo y antiimperialismo

En el siglo XX la batalla por el socialismo transitó en la periferia por la radicalización de la resistencia antiimperialista. Las rebeliones anticoloniales, el protagonismo del Tercer Mundo y los triunfos de posguerra confirmaron ese curso. Cuba aportó otra ratificación que fue ensombrecida por varias frustraciones posteriores.
En la nueva etapa de neoliberalismo, desaparición de la URSS y remodelación de la dominación global, el antiimperialismo persiste como articulador de la lucha popular. Esa centralidad se verificó en las rebeliones sudamericanas, en la fallida autonomía de los gobiernos progresistas y en el contrapunto de los gobiernos radicales con la restauración conservadora.
La confrontación con Estados Unidos y el anhelo de unidad regional singularizan al antiimperialismo latinoamericano. Los contrastes con el mundo árabe y Europa confirman esas peculiaridades.
El socialismo no ha perdido vigencia por la implosión de la URSS. Las experiencias de Cuba, Venezuela y Bolivia indican nuevas pistas de combinación de las batallas nacionales y sociales.