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La izquierda frente a Venezuela

Los medios silencian la violencia de la oposición venezolana y la represión imperante en los gobiernos derechistas de la región. La estrategia de golpe institucional afronta serios límites, pero la izquierda debe confrontar con esa amenaza, apoyando decisiones antiimperialistas y distinguiendo el boicot capitalista de la inoperancia oficial.
Siguiendo pautas socialdemócratas, el pos-progresismo objeta al chavismo, desecha el peligro golpista e identifica erróneamente al autoritarismo. Los dogmáticos ignoran al enemigo principal y convergen con los conservadores o se deslizan hacia una pasiva neutralidad.
La derecha sólo pretende comicios que le aseguren primacía. En condiciones muy adversas la Constituyente reabre oportunidades y suscita un reencuentro de la intelectualidad radical.

Nuestro Fidel

Con Fidel se nos fue la principal figura revolucionaria de América Latina del último siglo. Resulta difícil valorar esa dimensión en medio del gran pesar que genera su fallecimiento. Aunque la emoción dificulta cualquier evaluación, la gravitación del Comandante se aprecia con más claridad cuando ha partido.

Desenlaces del ciclo progresista

El ciclo progresista surgió de rebeliones populares que modificaron las relaciones de fuerza en Sudamérica. Hubo mejoras sociales, conquistas democráticas, y frenos a la agresión imperial. Pero se acentuó el extractivismo exportador y la balcanización comercial. Los convenios de cada país con China ilustran fracturas en la integración que han facilitado el resurgimiento de los tratados de libre comercio.
El progresismo quedó afectado por ensayos neo-desarrollistas fallidos, que no lograron canalizar las rentas agro-exportadoras hacia actividades productivas. El gasto social permitió distender la protesta, pero el descontento se extendió bajo los gobiernos de centroizquierda.
La derecha logró la presidencia de Argentina por las inconsistencias del kirchnerismo, se fortaleció en Brasil por la mutación conservadora del PT y despunta en Ecuador por las falacias del discurso oficialista. Los conservadores ocultan la corrupción, el narco-tráfico y la desigualdad que acosan a sus gobiernos.
Venezuela batalla contra la intención estadounidense de retomar el control de su petróleo. Un contragolpe chavista requiere poder comunal para erradicar el desfalco de divisas que enriquece a la burocracia. Se define la radicalización o la involución del proceso bolivariano.
La caracterización del ciclo progresista como un período pos-liberal omite las continuidades con la fase previa e ignora los conflictos con el movimiento popular. Pero la preeminencia del extractivismo no uniforma a los gobiernos, ni convierte a las administraciones de centro-izquierda en regímenes represivos. Los proyectos socialistas ofrecen el mejor desemboque para la etapa en curso.

Retrato de las América en la Cumbre.

Los grandes medios de comunicación presentaron la Cumbre de Panamá como el inicio de una nueva era de convivencia. Ponderaron el fin de la guerra fría y atribuyeron a Obama una postura de distención opuesta a la belicosidad de Maduro. Pero en un marco adverso Estados Unidos debió posponer su agenda y se obtuvo un éxito diplomático antiimperialista que afianza las esperanzas populares en América Latina.

Las batallas de Venezuela

La conspiración golpista fue doblegada pero la desestabilización continúa. Hay que lidiar con la ausencia de Chávez, el deterioro económico y la presión internacional. Estados Unidos retoma el acoso financiero y utiliza la depreciación del petróleo para debilitar al gobierno.
El modelo económico actual permitió grandes mejoras populares, pero no transformó la estructura improductiva, ni permite afrontar los desequilibrios actuales. La confrontación por el destino de la renta petrolera es la causa de las tensiones cambiarias y la conducta de los capitalistas impide gestar una economía industrializada.
Lo ocurrido en Chile en los 70 constituye un antecedente esclarecedor del comportamiento de la derecha y de la necesidad de avanzar desde el gobierno al poder. La rehabilitación del proyecto socialista por parte del chavismo es incomprensible con miradas dogmáticas. Un proceso revolucionario con ritmos inéditos y transformaciones no sincronizadas entre el gobierno, el estado y la sociedad replantea la estrategia de la transición socialista.

Imaginarios socialistas

Cuatro modalidades de actualización del socialismo en América Latina retoman la tradición de un proyecto que promueve la igualdad, la expansión de la propiedad pública y la auto-determinación popular. Los primeros éxitos de ese programa atemorizaron a los dominadores y generaron grandes conquistas sociales.
El socorro de los bancos refuta las objeciones neoclásicas al estatismo socialista y la adaptación heterodoxa al neoliberalismo contradice la existencia de variados modelos capitalistas. La economía soviética logró enormes avances, pero nunca amenazó la supremacía estadounidense.
La URSS colapsó por las ambiciones de enriquecimiento de sus dirigentes, pero el intento socialista fue válido en la secuencia histórica de ensayos igualitaristas. Los tormentos del capitalismo inducen a recrear esas experiencias, que corresponde denominar socialistas sin ningún titubeo. Este proyecto implica en América Latina convergencias con el antiimperialismo y estrategias de unidad continental.

La epopeya cubana

La epopeya cubana
Cuba aportó un ideario de transformación social y un ejemplo de resistencia que contribuyeron a cambiar el escenario latinoamericano. Su esquema igualitario le permite mantener indicadores sociales muy superiores a cualquier país equivalente. Pero afronta adversidades geopolíticas que la obligan a introducir un cambio significativo.
Una economía moldeada para apuntalar la extensión del socialismo debió adaptarse al escenario opuesto, modificando su estructura de elevada estatización. Las reformas en curso están concebidas para ampliar la gravitación del mercado, sin permitir el retorno al capitalismo.
Mientras que la extensión del cooperativismo contrapesa el riesgo de enriquecimiento privado, las propuestas de mayor estatismo agravarían el estancamiento. Muchas denuncias de restauración capitalista se formulan sin caracterizaciones ni alternativas viables. Mayores grados de democracia son necesarios, pero no generan milagros. Hay que valorar la revolución y postular caminos para renovarla.

La sorpresa de Bolivia

El modelo social-desarrollista ha generado en Bolivia un gran crecimiento sin transformaciones estructurales, desde un piso de gran subdesarrollo. La solidez electoral del gobierno deriva de logros democráticos previamente conquistados en las calles. Pero una nueva escala de avances enfrenta la coraza del capitalismo.
El proyecto de socialismo comunitario se inspira en tradiciones vigentes, pero con menor proyección que en el pasado y enfrenta gran incompatibilidad con los escenarios internacionales de competencia. Estas mismas limitaciones afectan al estado plurinacional, que logró autoridad en todo el territorio a partir del desplazamiento de las elites racistas. El indianismo ha sido reemplazado por proyectos de convivencia más afines al ideal de diversidad político-cultural.
El establishment comunicacional que maltrata a Venezuela ha sido considerado con Bolivia. Esta dualidad se extiende a otras incoherencias ideológicas de la derecha, que enfrenta en el Altiplano un gran límite para su contraofensiva regional.

Miradas Pos-desarrollistas

El pos-desarrollismo expone acertadas críticas y participa en intensas resistencias contra el extractivismo. Pero algunas variantes objetan el propio concepto de desarrollo, olvidando que el retraso económico no es un relato sino una dura realidad, que distingue a Latinoamérica de los países centrales.
Las propuestas localistas permiten iniciativas comunitarias, pero no enmiendan las falencias del capitalismo. Tampoco doblegan la agenda extractivista que comparten gobiernos muy disimiles. Con criterios puramente ambientalista no se puede distinguir a los modelos neoliberales, neo-desarrollista y redistributivos.
Los proyectos eco-socialistas concilian protección ambiental con crecimiento e igualitarismo, evitando el endiosamiento de la naturaleza. El rechazo pos-moderno del desarrollo obstruye, en cambio, esos objetivos y contradice su aceptación de otras metas generales. Tampoco clarifica los intereses sociales subyacentes en los distintos esquemas en disputa. Las rebeliones populares necesitan sustentos teóricos comprometidos con juicios para comprender la realidad.

Concepciones Social-desarrollistas

La variante progresista del neo-desarrollismo prioriza la expansión de la demanda omitiendo las tensiones con la ganancia. También busca equilibrar las variables macroeconómicas desconociendo los desajustes que genera la acumulación. Su expectativa de sustraer al capitalismo de estado de las crisis que afronta el sector privado no se verifica. Tampoco es viable el reemplazo de empresarios por funcionarios.
Los proyectos políticos del desarrollismo democrático-popular chocan con los compromisos asumidos por la variante conservadora y el modelo regional cooperativo está afectado por la inserción global primarizada. Es erróneo observar a los gobiernos de centro-izquierda como antesala del socialismo y sustituir la evaluación de la lucha social por registros de proximidad o lejanía del industrialismo capitalista. Respetar las singularidades nacionales no impide discutir contrastando experiencias.