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Semejanzas y diferencias con la época de Marini

El principal teórico de la dependencia anticipó tendencias de la mundialización neoliberal. Analizó la globalización productiva, la centralidad de la explotación y la gravitación de las transferencias de plusvalía. Pero la crisis del empleo supera lo avizorado por Marini, en un escenario trastocado por la mutación de Estados Unidos, el desplome de la URSS y el ascenso de China.
Las nuevas brechas nacionales y sociales emergen en una economía internacionalizada, sin correlato en los estados y clases dominantes. Esta ausencia de transnacionalización total recrea la dependencia. Las semiperiferias presentan una dimensión económica diferenciada del status geopolítico del subimperialismo. El “Sur Global” no reencarna la vieja periferia, ni incluye a China. Hay sólidos pilares para renovar el dependentismo.

Socialismo y antiimperialismo

En el siglo XX la batalla por el socialismo transitó en la periferia por la radicalización de la resistencia antiimperialista. Las rebeliones anticoloniales, el protagonismo del Tercer Mundo y los triunfos de posguerra confirmaron ese curso. Cuba aportó otra ratificación que fue ensombrecida por varias frustraciones posteriores.
En la nueva etapa de neoliberalismo, desaparición de la URSS y remodelación de la dominación global, el antiimperialismo persiste como articulador de la lucha popular. Esa centralidad se verificó en las rebeliones sudamericanas, en la fallida autonomía de los gobiernos progresistas y en el contrapunto de los gobiernos radicales con la restauración conservadora.
La confrontación con Estados Unidos y el anhelo de unidad regional singularizan al antiimperialismo latinoamericano. Los contrastes con el mundo árabe y Europa confirman esas peculiaridades.
El socialismo no ha perdido vigencia por la implosión de la URSS. Las experiencias de Cuba, Venezuela y Bolivia indican nuevas pistas de combinación de las batallas nacionales y sociales.

Aciertos y problemas de la superexplotación

Marini postuló que la burguesía latinoamericana recrea el subdesarrollo al compensar su adversidad internacional con superexplotación. No identificó el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor con la plusvalía absoluta, ni con la miseria creciente.
Pero esa sub-remuneración contradice la lógica del mercado laboral, que determina los bajos salarios de la periferia industrializada. Las empresas lucran con la existencia de brechas de esos ingresos mayores que las diferencias de productividad. Los desniveles de desarrollo están altamente condicionados por las transferencias de plusvalía a favor de las economías avanzadas.
La teoría de la dependencia no requiere un concepto de superexplotación omitido por Marx. Hay tasas de plusvalía superiores en el centro, pero mayor estrechez del consumo y agobio laboral en la periferia.
En un cuadro de generalizada precarización se reordenan las diferencias nacionales de salarios de los explotados formales, informales y empobrecidos. Tanto la extensión del concepto de superexplotación a las metrópolis, como el desconocimiento de la mundialización neoliberal obstruyen la actualización de la teoría de la dependencia.

La relevancia contemporánea de Marx

Marx recupera interés. Su clarificación del funcionamiento del capitalismo contrasta con las simplificaciones neoclásicas y las ingenuidades heterodoxas. Indicó la lógica de la plusvalía que subyace en la agresión neoliberal y el tipo de superexplotación que prevalece en el trabajo precario. Esclareció el origen de la desigualdad y el sentido actual del beneficio.
El Capital permite refutar la identificación de la revolución digital con el desempleo. Cuestiona las explicaciones de la crisis por desaciertos gubernamentales o carencias de regulaciones. Remarca tensiones intrínsecas en la esfera del consumo y la rentabilidad.
Marx subrayó los determinantes productivos de las convulsiones financieras. Sugirió las conexiones de la mundialización con los patrones nacionales de acumulación. Anticipó las polarizaciones que generan subdesarrollo en la periferia y los enlaces del antiimperialismo con estrategias socialistas.
También conceptualizó la combinación de ilusiones y temor que propaga la ideología burguesa. Su proyecto igualitario resurge junto a nuevas síntesis de la acción política con la elaboración teórica.

Este artículo será publicado en 2018 en la revista Sociología histórica (http://revistas.um.es/sh), dentro de un número monográfico sobre el 150 aniversario de la publicación del Libro I de El capital.

Subimperialismo II: Aplicación actual

El subimperialismo se verifica en Medio Oriente. Turquía exhibe esa condición en sus ambiciones de liderazgo neo-otomano. Con recursos petroleros y aventuras yihadistas Arabia Saudita intenta una hegemonía semejante. Irán rivaliza reconstruyendo su viejo peso regional.
El estatus subimperial no se extiende al apéndice israelí del poder estadounidense. Lo mismo ocurre con Canadá y Australia. En cambio India reúne todos los ingredientes de esa categoría.
Rusia afronta tensiones estructurales con Estados Unidos buscando afianzar su dominación fronteriza. Es un imperio en formación, que difiere tanto de los contendientes occidentales como del antiimperialismo. China se ubica en el mismo casillero, pero con preeminencia económica y sin correlato geopolítico-militar.
El deterioro industrial y las vacilaciones estratégicas actuales de Brasil contrastan con el diagnóstico de Marini. Al igual que Sudáfrica, tiene recortado su margen de intervención externa. Persiste como formación intermedia entre imperios y periferias. El subimperialismo contribuye a clarificar los escenarios de la época actual.

Subimperialismo I: revisión de un concepto

Marini asignó al subimperialismo una dimensión económica compensatoria del sub-consumo y otra geopolítico-militar de protagonismo brasileño. Reconsideró la teoría clásica del imperialismo y registró la nueva hegemonía regional de ciertas formaciones intermedias.
La mundialización neoliberal diferencia a esas economías por su lugar en la cadena de valor. El subimperialismo actual no tiene aplicaciones puramente económicas, ni se extiende a bloques de países. Rige para gendarmes asociados y autónomos de Estados Unidos. No se repiten las conflagraciones inter-imperialistas del pasado. Los mecanismos de dominación global se han diversificado y la semicolonia ha perdido relevancia conceptual.

Argumentos antidependentistas

La contraposición de la teoría de la dependencia con el pensamiento socialista desconoce la continuada brecha entre economías subdesarrolladas y avanzadas. Supone inexistentes relaciones de interdependencia e ignora los estudios críticos de la industrialización latinoamericana que anticiparon la expansión asiática.
El estancacionismo fue un defecto de la heterodoxia y no de los teóricos marxistas de la dependencia. Evitaron tanto la fascinación con la competencia, como el análisis de los precios con criterios de manipulación monopólica.
La ley del valor y el registro de distintos grados de acumulación no alcanzan para esclarecer el subdesarrollo. Las transferencias de recursos explican la estabilidad de las fracturas mundiales. Esos drenajes bloquearon la canalización industrial de la renta agraria de Argentina.
Negar la convergencia de batallas antiimperialistas y anticapitalistas impide comprender la dinámica socialista. Ese empalme reapareció en rebeliones latinoamericanas e impugnaciones del endeudamiento externo, objetadas por el internacionalismo abstracto. Esa postura olvida el enfoque anticolonialista que maduró Marx y la distinción entre nacionalismo progresivo y regresivo que postuló Lenin.
Con mistificaciones del proletariado e idealizaciones del modelo bolchevique resulta inentendible lo ocurrido en el último siglo. Conviene superar los razonamientos positivistas en torno a las fuerzas productivas, que conducen a fantasías de globalismo igualitario y repentino. El socialismo es un proyecto con transiciones y mediaciones antiimperialistas.

Discusiones sobre la tragedia siria

El giro de la guerra no atenúa el desastre humanitario. La sublevación democrática inicial fue usurpada por el yihadismo y se transformó en un conflicto entre bandos regresivos. En un escenario de ocaso de la primavera árabe y preeminencia del fundamentalismo despunta la perspectiva progresiva de un estado kurdo.
Las grandes potencias disputan intereses en un conflicto internacionalizado. Más intensa es la batalla por la hegemonía entre cuatro sub-potencias regionales. En la actual combinación de conflictos corresponde priorizar las batallas populares frente a las tensiones geopolíticas.
Es tan equivocado justificar los crímenes del gobierno, como ignorar la confiscación reaccionaria de la revuelta. Los errores provienentes del registro exclusivo de disputas inter-estatales no se superan con neutralismo. Lo ocurrido en Siria es una advertencia para América Latina.

Tres etapas de la visión metrópoli satélite

Frank indagó la relación centro-periferia con distintas visiones del capitalismo. Subrayó primero la perpetuación del subdesarrollo latinoamericano, luego la polarización de la economía-mundo gestada en Europa y finalmente la centralidad de Oriente en un sistema milenario.
Resaltó el carácter capitalista de la colonización para destacar la primacía del mercado mundial. Pero enfatizó el rol del intercambio sin tomar en cuenta las formas de explotación y el atraso del agro. Con erróneos argumentos historiográficos impugnó acertadamente las alianzas con la burguesía nacional.
Posteriormente reconsideró la dependencia desde la teoría del sistema mundial, sin aceptar la relevancia del trabajo asalariado en la definición del capitalismo. No tuvo en cuenta el cimiento nacional, la prolongada gestación de ese sistema y el impacto de la lucha de clase sobre la acumulación.
Finalmente reivindicó la centralidad histórica de Asia con argumentos comerciales y monetarios. Postuló el origen remoto del capitalismo y su identificación con el mercado. Con críticas al euro-centrismo propició el redescubrimiento contemporáneo de China. No ofreció respuestas a la dependencia pero enriqueció el debate sobre el subdesarrollo.

La Teoría de la Dependencia y el Sistema-Mundo

La concepción de Wallerstein se entrecruza con el dependentismo. Postula un modelo de sistema mundial de cinco centurias con pilares competitivos, ciclos seculares y hegemonías cambiantes. Retrata inserciones centrales, periféricas e intermedias en función de modalidades productivas y productos comercializados. Describe la misma polarización, estratificación estable y recreación del subdesarrollo que diagnostica la teoría marxista de la dependencia.
Pero los dos enfoques divergen en varias áreas. Los sistemas cerrados difieren de los contradictorios modos de producción. La previsión exacta de crisis terminales contrasta con la jerarquización de la dimensión político-social. La automaticidad de los ciclos largos se contrapone con la atención a la confrontación clasista y las tesis de pauperización absoluta se distancian de la gravitación asignada a las conquistas sociales.
También hay discrepancias en la inclusión del ex bloque socialista dentro del sistema mundial y en la valoración de las mediaciones antiimperialistas y las tradiciones revolucionarias nacionales. Es muy controvertido el registro de la emancipación como un episodio sólo contemporáneo e irrealizable en el pasado y persiste la polémica en torno a las estrategias políticas que prescinden del estado.